Opinión. David García Pérez. Presidente Nacional de Coalición de Centro Democrático
Estos días estamos viendo como se suceden manifestaciones y concentraciones de protesta en diferentes rincones del país. Vale que no me parece el momento más prudente para que miles de personas se concentren en un mismo espacio sin mantener distancias de seguridad ante la grave situación de pandemia que estamos atravesando.
Pero lo entiendo y respeto, pues en una democracia es básico el derecho de manifestación, de protesta, de libertad de expresión…
Pero no. Como siempre, un grupo de radicales y exaltados, los antitodo, aprovechan toda causa para imponer sus formas, propias de terroristas.
¿Es libertad de expresión quemar un contenedor? ¿Es libertad de expresión tirar adoquines a las fuerzas y cuerpos de seguridad que tratan de garantizar el orden público y que defienden el libre ejercicio de los derechos, también de aquellos que no quieren manifestarse? ¿Es libertad de expresión destruir todo el mobiliario público de pueblos y ciudades que se encuentran a su paso? ¿Es libertad de expresión asaltar comercios y robarles?
No, no es libertad de expresión. Son actos propios de delincuentes, de irresponsables e incívicos. Personas sin empatía, sin principios democráticos y cívicos. Que no son capaces de vivir en sociedad, y que no aceptan que la mayoría de la sociedad piense diferente a ellos.
Y con todos los motivos que tenemos los ciudadanos, con sobradas y fundadas razones, para salir a la calle y protestar -pero de forma pacífica y como nos manifestamos los demócratas (no los de boquilla, sino los que practicamos la democracia en profundidad)- salen a protestar por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasel.
Nos dicen que ha sido encarcelado por llamar ladrón al Rey emérito. Falso. En 2014 fue condenado por el contenido amenazante de 12 canciones, con frases en las que deseaba que explotase el coche de Patxi López, diciendo que no le daría pena alguna que pegasen un tiro en la nunca a un pepero o socialista, instando a que clavasen un piolet en la cabeza de José Bono, pena de muerte a las infantas, pensando en matar a personas del PP, o aplaudiendo los actos terroristas de ETA.
Para colmo intentó agredir físicamente a un testigo en un juicio contra él. Todo ello, y muchas otras perlas más, han conllevado a una pena de cárcel por ENALTECIMIENTO DEL TERRORISMO.
¿En serio no son suficientes razones para condenar a una persona con comportamientos y deseos profundamente antidemocráticos y anticonstitucionales? ¿Defender la libertad de expresión de quien defiende precisamente matar a los que no piensan como él?
No, no lo es. Como tampoco debe tolerarse mensajes que promuevan o defiendan la violencia de género, la discriminación por cualquier circunstancia (edad, sexo, color de piel, nacionalidad, orientación sexual…), la pedofilia, los abusos sexuales, el nazismo o la esclavitud.
Aún más lamentable y preocupante me parece que algunas personas, con una doble vara de medir evidente, estén a favor de la libertad de expresión para lo primero, y en contra para lo segundo. Cuando el enaltecimiento del terrorismo y la apología del odio no puede entender de ideologías, ni de excepcionalidades interesadas.
Y más preocupante me parece, por encima de todo, que algunos dirigentes políticos con responsabilidades de gobierno en el Gobierno de la nación, en el ámbito autonómico, provincial y local estén defendiendo, amparando y promoviendo estos hechos. Gravísimo.
Comentarios recientes