Opinión. Julio Más. Vicesecretario General y Secretario de Estudios y Programas de Coalición de Centro Democrático
¿Tu verdad? No, la Verdad,
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.
Antonio Machado. Proverbios y Cantares LXXXV
CCD tiene en sus genes los valores centristas de la moderación y el progreso, destacando el diálogo y el consenso.
El consenso, como bien se desprende del verso machadiano, implica un diálogo, busca de la verdad que viene a significar así el objetivo último de la vida y de las relaciones personales y, por ello, también de la política.
Pero la Verdad, con mayúscula, es un objetivo, un ideal imposible de conseguir por el hombre ya que implicaría conocer toda la verdad lo cual nos llevaría al terreno de la metafísica.
Para lograr objetivos más realistas y asequibles deberíamos emplear la actitud de Hugo Grocio para evitar la intolerancia y el dogmatismo en la época de las luchas religiosas. Así, las personas, en sus relaciones externas, deberían actuar como si Dios no existiese.
Entraríamos entonces también en el concepto de la tolerancia, definitorio igualmente de nuestra Coalición de Centro Democrático. Y el problema, como suele suceder, es cómo llevar esas ideas a la práctica.
Como este artículo se refiere concretamente a la denominada “memoria histórica” española desde el franquismo, podemos tomarla como ejemplo muy simple de lo que se ha hecho y, lo más importante, de lo que quedaría por hacer.
Respecto de lo que se ha hecho, desde CCD constatamos las visiones propagandísticas de los bandos contendientes desde la formación de las dos Españas, con unos hechos interpretados a conveniencia por ambas partes. Tras el fin de la contienda, se impone, como ha solido ser habitual desde el principio de los tiempos, la justicia y la historia de los vencedores sobre los vencidos.
Pero con la imposición sabemos que no se logra ni la justicia ni la verdad; para eso se requieren imparcialidad, comprensión y objetividad, las características que integran precisamente el imperativo categórico de Kant.
En la Transición española, desde el diálogo y el consenso, se reconoció la parcialidad de las visiones históricas anteriores con generosidad permitiendo el regreso de personas, la recuperación de memoria e instituciones anteriores, la devolución de patrimonio incautado y la participación de personajes exiliados del arte, la cultura o la misma política que convivieron y dialogaron con antiguos enemigos.
En esa época regresó Josep Tarradellas, presidente de la Generalitat de Cataluña, Rafael Alberti, Santiago Carrillo o Dolores Ibarruri y con ese espíritu de consenso y colaboración se redactó y aprobó en referendum la Constitución de 1978 durante la Presidencia de Adolfo Suárez, elegido en las primeras elecciones libres celebradas en 1977.
Entonces, sobre la memoria histórica de los hechos acaecidos con anterioridad, trabajaron historiadores, cineastas o novelistas con entera libertad abundando sobre todo en hechos poco conocidos u ocultados por los vencedores; sin embargo los políticos, en un movimiento progresivamente acelerado, han recuperado la parcialidad y el revanchismo como instrumentos a su servicio para crear divisiones y conflictos en una cuestión que parecía superada y que hoy convierten en un asunto esencial a despecho de los grandes problemas reales que nos acucian.
En 1981 hubo un vergonzoso intento de golpe de estado en España que pareció triunfar antes de producirse ya que fue posterior a la dimisión del presidente Suárez, que había sido elegido democráticamente por la mayoría del voto popular.
Sin embargo, el estudio histórico sobre sus causas y los protagonistas que realmente movieron los hilos permanece en penumbra. Ello contrasta con furor investigador, con dinero público y ansia revanchista, salvo dramas personales o familiares (en muchos casos también aprovechados por los políticos) con el poco interés en desvelar, de forma mucho menos costosa, este hecho crucial.
Así, tras la conmemoración del 40 aniversario del golpe (o golpes) de estado del 23F, cada partido político lo conmemora como si lo hubiera prevenido, combatido y anulado, a pesar de la inexistente información real sobre su gestación, desarrollo y resolución, más allá de lo que se juzgó y condenó penalmente en su día.
Por eso, respecto a lo que decíamos que queda por hacer, en CCD no entendemos esa actitud. No se trata aquí de exigir miles de costosas investigaciones y desenterramientos, que también, sino algo mucho más sencillo como es modificar la ley de secretos oficiales, que está amparando que los historiadores no puedan acceder de forma objetiva a la investigación de unos hechos que están ahí esperándolos, que podrían aportar luz sobre el papel de cada uno y el porqué de muchos acontecimientos acaecidos con posterioridad.
Y, lo que es más importante, de nuestra situación actual; quizás incluso, información para poder salir de la actual situación de división y crispación que se advierte en nuestra sociedad.
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